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El Dibujo Infantil como Mensaje a los Padres

Hace un par de años atrás, una mujer me escribió un correo electrónico preguntándome si podía hacer algo por su hijo. Me decía que, después de haber tenido dos procesos terapéuticos infructuosos, tanto con una psicóloga infantil como con un psiquiatra, había decidido intentar conmigo. En su correo se refería a nuestra futura terapia como “la tercera es la vencida.” De manera breve, Isidora explicaba en el mail que el problema era que su hijo Matías de seis años, todavía no lograba el control de esfínteres. En sus palabras, el problema para ella es que su hijo “se hace pipí todas las noches”.

La intervención rara vez se centra de manera directa en el problema, y más bien busca la causa de éste para intervenir sobre dicha causa. En el caso de los niños, muchas veces sus problemas reflejan un ambiente familiar patológico —algo a lo que los sistémicos, por ejemplo, se refieren como el niño síntoma del sistema familiar— más que tratarse de un problema individual. Por lo mismo, decido citar sólo a la madre a una primera entrevista, para que me explique en detalle no sólo lo sucedido con Matías, sino también el entorno en el que se mueve, como por ejemplo la familia y el colegio. La ventaja de tener una sesión sin Matías es que su madre podrá hablar de manera más libre sobre su hijo y sus problemas, lo que nos permite hacernos una idea más clara de la problemática en cuestión.

Después de los saludos de rigor, lo primero que dice Isidora en la sesión es que “Matías es un niño normal”, para después describir en extenso todas las áreas en que su hijo es un niño promedio, desde las notas del colegio hasta su lugar en las curvas pediátricas. Todo absolutamente normal

“Pero todavía se hace pipí”, repite Isidora, más de cinco veces en la sesión.

Teniendo algún nivel de claridad sobre la situación escolar y médica de Matías, le pido que me hable de ella y de Juan, su marido y padre de Matías. Isidora comenta que ella es dueña de casa y que su marido es un importante gerente de una empresa de telecomunicaciones. Están casados hace ocho años y, una vez que nació Matías, decidieron no tener más hijos por los problemas que tienen entre ellos.

Aquí no debemos olvidar que estamos buscando una causa para el problema de Matías, el lugar desde el cual está emergiendo esa conducta de hacerse en la cama. Por lo mismo, y sin pudor, vale la pena preguntar por la vida de pareja de sus padres.

Le pregunto entonces a Isidora a cuáles problemas se refiere. Aunque en un comienzo dice que nada tienen que ver con el problema de Matías, y por tanto no le encuentra sentido a hablarlo en la sesión, finalmente explica que aparte de los típicos problemas de los matrimonios, lo principal es que ella es muy celosa, “así como patológico ya”, dice ella.

Cuando indago más al respecto empieza a llorar y, advirtiendo nuevamente que lo siguiente no tiene nada que ver con Matías, cuenta que meses antes de casarse intentó quitarse la vida con pastillas. Había tenido la sospecha de que Juan la engañaba. Al finalizar la sesión, y notoriamente afectada por todo lo que contó, Isidora dice acerca de Matías: “por suerte él es chico y no se da cuenta de nada”.

Aparece aquí una posible causa para el problema de Matías, a saber, que sí se da cuenta de los problemas entre sus padres.

Después de permitir que se desahogase un poco sobre la situación con su marido, le digo que me gustaría verla a ella junto a Matías la próxima semana. El objetivo de ver al niño era poder indagar acerca de la posible causa mencionada anteriormente, además de abrirse ante otras posibles si esta no resultaba correcta.

Isidora dice que no hay problema, y pregunta si la haré entrar a la sesión o si puede ir al mall mientras tanto. Cuando le digo que la idea es conversar con ambos, menciona que le parece raro ya que la otra psicóloga veía sólo a Matías. Sólo le sonrío y le digo que nos vemos la próxima semana.

En la segunda sesión, viene Isidora con Matías. Ella me dice que su hijo le dijo antes de entrar que no quiere hablar. Le digo a Isidora que entonces ella me cuente la rutina de él, lo más detallada posible, y a Matías le digo que no se preocupe, que no necesito por ahora que hable, y si quiere dibujar mientras tanto. Mientras le pasaba un block de dibujo y lápices, me pregunta qué tiene que dibujar, y le digo que puede dibujar lo que él quiera.

¿Por qué pedí la rutina de Matías? Para asegurarme que Isidora no diría nada que preocupase o hiriese a su hijo, y así este pudiese abstraerse lo más posible del relato de su madre, dada la familiaridad de éste. Cuando lo vi más tranquilo y habiendo dibujado distintas cosas, le pedí que ahora por favor dibujase a sus papás, mientras yo seguía conversando con su mamá.

Cuando termina su dibujo le pido que nos lo muestre. En él aparecen dos figuras humanas, las típicas de palito, con colores muy vivos, sonrisas muy grandes y un gran sol con anteojos oscuros. Isidora sonríe. Le pido entonces a Matías que por favor dibuje de nuevo a sus papás, pero le digo “ahora dibújalos como son en la noche”. El niño toma entonces un crayón negro, y raya con furia las dos figuras, cubriéndolas de manchones y nubes negras. Poco queda de la imagen anterior.

Al parecer, Matías se daba más cuenta de lo que Isidora creía —o quería— pensar.

Le indico a Isidora que ponga el dibujo en el refrigerador de su casa, y que lo deje ahí por lo menos hasta la siguiente sesión. Le pido también que si su marido lo quiere sacar, le diga que antes se comunique conmigo.

Esta intervención intenta cuestionar en los padres el que su hijo no se daba cuenta de nada. Además, si sostenemos la hipótesis que a nivel inconsciente el hacerse en la cama era un llamado de atención por parte de Matías, una forma de decir “yo sí me doy cuenta de lo que pasa entre ustedes”, el que el dibujo estuviese a la vista de todos bien podía servir de reemplazo para ello, una sustitución con bastante menos costos que la original.

Lo del padre merece también una explicación. En la primera sesión Isidora había dejado en claro que Juan nunca vendría a mi consulta, ya que creía que los psicólogos eran un fraude y “sólo se dedican a sacarle plata a la gente.” De esta forma, respetaba que no quisiese venir, pero le comunicaba lo que decía su hijo en la sesión de manera indirecta.

Una semana después, viene Isidora con Matías a mi consulta. “En vez de hacerse todas las noches, ahora es noche por medio… no podemos estar más felices” me dice Isidora.

Nuevamente le pido a Matías que dibuje a sus papás, mientras le pregunto a Isidora sobre la semana de Matías. Después de unos minutos entrega un dibujo de dos figuras humanas de palito, felices y con el mismo sol. Cuando le indico que ahora los dibuje de noche, toma con cuidado el crayón negro, y hace algunas líneas entre ellas y por encima, con muy poca presión sobre el papel, de modo que, de manera casi calculada, queda un dibujo mucho menos ennegrecido que el anterior. Le digo entonces a Isidora que saque el otro dibujo y ponga éste en el refrigerador.

Su hijo claramente les decía que iban por el camino correcto, pero que todavía faltaba un poco. El mismo hijo que según su madre no se daba cuenta de nada, demandaba más tranquilidad por las noches, habiéndose dado cuenta perfectamente de la relación entre su dibujo y el cese de las peleas.

En la cuarta sesión, un mes después de ver a Isidora por primera vez, viene Isidora con Juan, quien me dice “Vengo porque esta semana el Matías no se hizo ninguna vez… vengo a entender qué pasó”.

¿Qué mejor forma de lograr tener una sesión con un padre que no cree en los psicólogos? Viene abierto a entender, cuestionándose ya lo que creía de la psicoterapia, incluso antes de asistir a una sesión. Sin duda, mucho mejor que haberlo traído presionado a través de la madre.

Después de conversar un rato acerca de la familia y la relación entre ellos, y entrado ya al tema de Matías, invito a Juan a reflexionar acerca del fenómeno de la enuresis secundaria de manera general, antes de pensar en el caso específico de Matías. Hablamos de posibles causas, efectos en la persona, hasta que le pregunto: “pero, finalmente, ¿cuándo una persona que ya aprendió a aguantarse las ganas, se hace?”

Juan me dice que “cuando una persona se muere de susto” y, después de una pausa, entiende qué paso y lo resume muy bien: “el Matías ya no se va a la cama asustado”.

Seguí viéndolos un par de sesiones más a ellos dos, trabajando en su relación de pareja, para lograr un poco más de armonía en la casa. Un mes después, me decían, Matías seguía sin hacerse en la noche.

Muchas veces pensamos que los niños no entienden o no se dan cuenta de lo que está pasando. El problema sería más fácil de solucionar si asumiésemos que sí entienden, que sí se dan cuenta.

Un par de meses después del alta me volvieron a escribir, contándome que Matías había hecho un nuevo dibujo y lo había puesto en el refrigerador.

Había dibujado una consola de videojuegos.

* Los nombres, profesiones y otros datos han sido modificados, para así poder mantener la confidencialidad que supone un proceso psicoterapeútico

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