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Depresión: Una Soledad que Atrapa

Hace unos años recibí en mi consulta a Nicolás, un joven de veinte años. Me parece interesante este caso porque muestra muy bien el comienzo de una depresión, y cómo el diagnóstico puede ser difícil, producto del límite difuso entre la vida anterior y el momento actual.

Esta dificultad se hace ya evidente en lo primero que Nicolás me dice: “Mira, no es fácil de explicar, no es nada concreto, pero es triste… es triste lo que me pasa, es medio estúpido y mamón. Vengo porque me siento solo… hace bastante tiempo ya… no es que no tenga amigos, aunque no tengo tantos, pero no tiene que ver con eso, poco importa si estoy con harta gente cerca o no… me siento solo igual, es como algo de adentro…”

Hasta aquí, pareciera que lo que lo aqueja no es algo nuevo, sino que viene desde “hace bastante tiempo”. Sin embargo, cuando le pregunto acerca de su soledad, muestra que no es la misma de siempre: “Se que al final todos estamos solos, en algún sentido medio existencialista eso siempre lo he sabido, pero ahora se siente distinto… como que la soledad se ha puesto media viscosa, es cada vez más pesada de soportar, pero al mismo tiempo, es cada vez más cómodo el no relacionarme con mucha gente…”

Aquí aparece claramente que ha habido un cambio, en tanto su sensación de soledad pasó a ser algo que se le hace difícil de soportar. Le pido a continuación que me explique en qué sentido se ha vuelto viscosa. ¿Por qué? Porque a diferencia de la soledad cotidiana que refiere en el primer párrafo, que parece una preferencia personal, o de su comentario existencialista sobre ella, es cuando se refiere a la soledad como viscosa donde aparece claramente su preocupación.

“Claro, pegajosa… como que me atrapa y me quedo pegado en eso, como que sí, me siento solo, cada vez me siento más solo… yo estudio comercial, donde igual hay trabajos en grupo, y eso me está costando más, me cuesta soportar a la gente… no es que me molesten, es que me dan lata… no sé si me explico…”

Nuevamente aquí aparece la tensión entre dos posiciones subjetivas. Primero lo plantea como algo que lo está atrapando, y a continuación lo menciona como algo de su personalidad, en la línea de que simplemente le da “lata.”

Sin lugar a dudas, esta vacilación entre estas dos posiciones se explica en parte por cierto temor a lo que le está pasando. Muchas veces el comienzo de una depresión se siente como la describe Nicolás, es decir, uno se siente extraño, con la sensación de que la depresión tiene una fuerza propia que nos arrastra.

Frente a ello, es muy importante que el psicoterapeuta no caiga en la tentación de normalizar lo que le pasa al paciente, reforzando en este caso la posición de que lo que sucede no es más que su tendencia natural a la soledad. Por el contrario, es de vital importancia el enfatizar que lo que está diciendo es distinto a lo que le pasaba antes, es decir, algo está pasando más allá de la tendencia natural anterior.

Una intervención, entonces, tendrá una forma similar a la siguiente: “Parece que no es sólo la tendencia natural, sino que es algo distinto. ¿Desde cuándo lo sientes así?”

Después de haber hablado bastante de esta sensación, intento conocer el contexto de Nicolás, para intentar pesquisar a qué puede deberse este agravamiento de su sensación de soledad. Cuando habla de su familia, aparecen cosas bastante importantes para lo que serán las siguientes sesiones:

“Antes de sentarse a la mesa es mejor tener claro que viene una serie de quejas, problemas… nunca se conversa de nada positivo… tampoco soy un optimista, pero si vamos a hablar de problemas, hablemos de problemas grandes, reales… o sea, yo no voy a sentarme y decirle a mi vieja “me siento solo”, porque uno, me sentiría mamón, y dos, no hay nada que ella pueda hacer para solucionarlo, entonces sirve solo para molestarla…”

Aquí aparecen dos posibles abordajes para este caso, a saber, el centrar la sesión en su sensación de soledad o bien explorar más sobre su situación familiar. Elijo esta última alternativa, intentando pesquisar qué puede haber producido el cambio en Nicolás. Cuando le pregunto más sobre su madre, me responde:

“No puede recibir nada porque siempre está con problemas… si ella supiera que me siento solo, se molestaría, porque ella siempre me está diciendo que haga más cosas de mi edad, que carretee más, que conozca “chiquillas”… quizás me ve solo, o más solo de lo que le gustaría, y me presiona para que sea distinto… ella siempre tiene gente invitada a tomar tecito y cosas así, mi hermana igual… soy más bien yo el solo de la familia…”

Como se ve, existen dos puntos que pueden ser importantes para el caso. El primero es que su madre está siempre con problemas. Sería interesante conocer de qué tipo de problemas está hablando Nicolás, para ver en qué medida son ellos los que lo están afectando. Al mismo tiempo, se coloca en contraposición a su familia en el tema central de la soledad, al plantear que su familia es sociable y que él es “el solo de la familia”.

Al ser la primera sesión, prefiero partir averiguando sobre lo primero, que me parece levantará menos resistencia en él y, de haber un problema grave familiar, abrirá un punto importante donde intervenir.

Sin embargo, al poco andar queda claro que los problemas que aquejan a la madre, al menos según cuenta Nicolás, no sólo no guardan conexión alguna con su sensación de soledad, sino que tampoco parecen de gravedad alguna. “Se aproblema hasta de qué va a ponerse mañana”, me dice desestimando este punto.

Al terminar la primera sesión, me queda claro que el punto del caso es esta nueva sensación de soledad, y que será importante en las próximas sesiones el ir dándole espacio a que hable de esta soledad viscosa, además de abrir el tema de la diferencia que siente con respecto a su familia.

En la segunda sesión pregunto justamente por su sensación de que es “el solo de la familia” en contraposición a lo sociable del resto. Nicolás, notoriamente afectado, me explica que su madre: “Como que no acepta que soy distinto a ella no más… mis dos papás son comerciales, igual que yo, y siempre cuentan que eran como el alma de la fiesta, que siempre estaban con gente, haciendo cosas, que lo encuentran sano… o sea indirectamente me dicen enfermo…”

Aquí se ve un punto crucial para Nicolás. No solo es distinto a su familia, sino que su tendencia natural es vista —o al menos él lo cree así— como poco sana por sus padres. Si a esto le sumamos que ahora ha visto agravada la sensación de soledad, podemos entender que le asuste aceptar que hay algo que se está agravando.

Esta sesión la dedicamos a hablar de su familia, especialmente las diferencias entre él y sus padres y hermana. Al finalizar, menciona que su padre opina muy parecido a su madre: “la típica de mi viejo es “no me vas a decir que prefieres ver una película a salir a carretear, eso no es normal”, y como que ahí ya me da lata discutirle y me quedo callado, si al final igual hago lo que yo quiero… En parte eso también me da lata de la gente, que me cuestionen… por qué les tiene que importar cómo decido yo vivir mi vida... yo me siento bien siendo como soy… si vengo para acá no es para cambiar eso, sino que es para que no me agarre fuerte la soledad y me termine aislando de todos… eso es lo único que me da miedo.”

Nuevamente aparece la tensión que mencioné anteriormente, entre ver lo que le sucede como una tendencia natural y verlo como algo nuevo que lo asusta. Sin que alcance a intervenir, vacila y cambia a la otra posición en lo que dice a continuación: “no me gustaría que por una tendencia natural mía me termine alejando demasiado… es una lucha contra la comodidad de mi soledad.”

Como puede verse, en esta sesión aparece nuevamente que Nicolás tiene dos posiciones entre las que va alternando: considerar su actitud frente a la soledad como una tendencia natural suya, en contraposición con aceptar que esto no es normal, que algo le está pasando ahora que lo hace más difícil.

La clave será ayudarlo a diferenciar estas dos posiciones, ambas válidas pero que se refieren a puntos distintos. Nicolás puede tener una tendencia natural a disfrutar más de la soledad que otras personas, pero por más susto que tenga al respecto, deberá asumir que lo que le está pasando ahora va más allá de eso, y se acerca peligrosamente al inicio de una depresión.

¿Cómo hacerlo? Será importante empatizar con el miedo que siente frente al proceso que le está sucediendo, por lo que habrá que darle espacio y tiempo para explorar esta posibilidad.

En la tercera sesión, por tanto, me encuentro enfocado en que pueda hablar de lo que está sintiendo, de esa soledad viscosa que lo atrapa. En algún momento de esta sesión Nicolás me dirá que sabe que “algo me está pasando, no sé qué y no sé en qué va a terminar”, algo sobre lo cual habrá que seguir insistiendo.

Nuevamente —y como sucederá en tantas sesiones con él— aparece su madre. Nicolás me dice “cuando estaba triste o enojado, me encerraba en mi pieza y ya… mi vieja muchas veces me tocaba la puerta y me preguntaba qué me pasaba, pero yo sabía que no me iba a entender, las pocas veces que intenté explicarle me retaba por enojarme por cosas tan chicas… la típica de que hay gente que está peor que uno y cosas así…”

Aparece entonces, una y otra vez, la tendencia natural a la soledad, tendencia rechazada y desestimada por su familia. No es raro entonces que hoy prefiera no compartir su preocupación con su familia, algo que explica en sus palabras: “Entonces cómo decirle que ando mal porque soy solitario, ahí sí que me va a encontrar exagerado, decirle que estoy preocupado de que me gusta estar solo, de que prefiero quedarme en mi casa que salir a carretear…”

Se observan claramente las dos posiciones nuevamente, en una sola frase. “Ando mal porque soy solitario”, frase que muestra que lo de estar mal es algo nuevo, no es una constante —se refleja bastante bien en el “ando”— y que la tendencia a la soledad es otra cosa, es algo que es parte de él, expuesto en el “soy solitario”.

Intervengo acá marcando esa diferencia, de manera bastante simple y directa: “pero no es una preferencia lo que te angustia”.

Nicolás se emociona y reconoce que “no, si a eso estoy acostumbrado en verdad… lo que me tiene preocupado es lo que te contaba, que de repente me puse a pensar ‘y si esto empeora?’ y de ahí empecé a sentir que en verdad podía pasar, a tener la sensación de que esto puede empeorar… como que a este nivel todavía puede ser, soy un poco distinto a mi familia y ya, distinto a la mayoría de la gente de mi edad, ok… así no me molesta… como que desde siempre yo fui distinto, más solitario, más de preferir actividades para una persona, no hacía deportes en equipo, no me gustaban los trabajos en grupo… como que desde siempre he sido así…”

Asustado frente a la posibilidad de que esto empeore, Nicolás nuevamente se refugia en relatar ejemplos acerca de su tendencia a la soledad, tratando de dejar lo que le está pasando como lo mismo de siempre.

Sin embargo, este no será un espacio donde le bajaremos el perfil a lo que le sucede. De eso, ya tiene mucho en su casa. Vuelvo al punto, diciéndole que “parece que lo que te angustia es que algo está cambiando”.

“Sí… algo cambió…” reconoce Nicolás, pero acto seguido le baja el perfil “es chico el cambio, pero como me he preguntado esto de si empeora, creo que le doy mucha importancia…”

Como pueden imaginarse, hago oídos sordos a lo segundo, y sigo la conversación con aquella parte de él que está angustiada y preocupada por lo que sucede: ¿Qué cambios has sentido?

“Con mi polola se ha ido notando, como que ahora después de un par de horas de estar juntos le digo que me voy para mi casa, o que la voy a dejar, porque ya, me gusta estar con ella, pero también estar solo… antes era menos así, me atrevía menos también a decírselo… Como que el estado actual no me preocupa en sí, sino la tendencia… me angustia pensar que me terminaré aislando de todos no más, como que finalmente no daré más y chao, mandaré a todos a la cresta y me quedaré solo, tranquilamente solo”

Aquí aparece entonces, claramente, lo que le preocupa. Si lo que le está pasando no es su tendencia, si está pasando algo más, su fantasía es que puede terminar quedando solo, algo que claramente lo angustia. Será clave entonces atender a este miedo, que es justamente lo que evita poder enfrentar directamente esta depresión en ciernes. Darle espacio, darle tiempo.

Intervengo entonces de la siguiente manera: “¿Cómo sería tu vida en esa situación, si esta fuera una tendencia que efectivamente empeora?” El objetivo es simplemente que ponga en palabras la fantasía que queda como una amenaza.

De esta forma seguimos trabajando, sesión a sesión, poniendo en palabras y develando esta soledad viscosa que lo angustiaba. Así, Nicolás fue hablando más y más de los cambios que sentía, de los miedos que éstos le provocaban, de las causas que pensaba podían estar provocándolos. Por sobre todo, tenía un espacio para hablar de su soledad.

Ya que el tratamiento se extendió durante bastante tiempo, más que referirme en detalle a cómo siguió el caso, me gustaría referirme a dos puntos. El primero es algo que me dijo bastante avanzado el tratamiento, y creo muestra bien el riesgo por el cual atravesamos en las primeras sesiones: “Te tengo que confesar que si le hubieras bajado el perfil a mi cuestión como mi familia, creo que me hubiese terminado matando… no te dije pero eras el tercer psicólogo al que iba”.

Lo segundo, es cómo terminó este caso. Nicolás siguió con su tendencia natural a la soledad, prefiriendo ver películas más que salir a carretear. Sin embargo, ahora lo podía hacer con calma, sin sentir que estaba mal o que tenía que dar explicaciones por ello. Pero de lo que se libró fue de esta soledad que lo atrapaba. En una de las últimas sesiones, lo expresó de la siguiente forma: “creo que me atrapaba porque le daba la espalda, pero una vez que la enfrenté, todo se arregló”.

Su frase grafica de buena forma el que Nicolás dejó de rehuir a la posibilidad de que lo que le estaba sucediendo fuese más que su tendencia de siempre. Enfrentando los cambios negativos por los que estaba pasando, pudo ir manejando una situación que lo estaba superando.

Sin lugar a dudas, este caso resume de buena manera la diferencia fundamental entre desconocer nuestra posición subjetiva y asumirla. Sobre todo, el cómo ir enfrentándonos a ella, asumiéndola, va generando muchas veces un efecto terapéutico.

A veces, no hace falta nada más que eso.

* Los nombres, profesiones y otros datos han sido modificados, para así poder mantener la confidencialidad que supone un proceso psicoterapeútico.

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