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Manejo de Conflictos en la Relación de Pareja

 

La mayoría de la gente piensa que los psicólogos deben enseñarle a las parejas a resolver sus conflictos. Suena razonable, ¿no? Pero las investigaciones que John Gottman, PhD. ha realizado por más de cuatro décadas muestran lo contrario.

Este psicólogo construyó un laboratorio en Estados Unidos que parece un departamento (con cocina, living, dormitorio) para que las parejas se queden 24 horas ahí y sean evaluadas. No sólo hay cámaras (aunque no en el baño) sino también monitores cardíacos y otras mediciones, como sensores en las sillas para ver cuánto se mueven mientras conversan o discuten. Allí, él ha investigado tanto a parejas que sentían que sus relaciones iban bien como a las que se sentían en problemas, a parejas que siguieron juntas toda su vida o las que se divorciaron pronto después de la evaluación. 

¿Qué tenían en común todas las parejas? Todas tenían conflictos.

Las terapias de pareja que se focalizan en la resolución de conflictos están por tanto mal orientadas. Las parejas felices también tienen muchos conflictos sin resolver; de hecho, otras investigaciones realizados por Gottman muestran que la mayoría de los conflictos (más de dos tercios) en las relaciones de pareja son perpetuos. Eso significa que no tienen solución definitiva, ya que se basan en diferencias de personalidad estables o diferentes necesidades.

 

Por tanto, lo importante es aprender a manejar estos conflictos perpetuos. Para ello tenemos que aprender a dialogar sobre ellos, sin esperar resolverlos. Lo mismo que hacemos con un dolor crónico de espalda, algo que los que ya tenemos nuestros años conocemos bien, debemos hacer con estos conflictos perpetuos: aprender a adaptarnos y aceptarlos.

Pero si todas las parejas tienen estos conflictos, ¿en qué se diferencian las parejas que están bien y tienen futuro de las que no? Justamente en cómo manejan el conflicto.

1.   El que plantea el conflicto lo hace de forma amable. Cómo se presenta el problema determinará en muchos casos cómo será el diálogo. Por lo tanto, es importante hacerlo sin criticar a otra persona, sino hablando desde uno. Es muy distinto decir “Me da miedo subirme al auto cuando tomas” que “No me gusta salir contigo porque eres un alcohólico.” 

2.   Se muestran de acuerdo con algo de lo que el otro dice. Puede ser algo tan simple como “No había considerado eso, puede ser que tengas algo de razón en ese punto.” No es necesario estar de acuerdo con lo central de lo dicho por el otro, incluso si es un detalle ya muestra apertura al diálogo.

3.   Si el ambiente se pone pesado, intentan reparar la interacción. Esto va desde pedir un “recreo” o aceptar que el otro lo haga, como también preguntar “¿hice algo malo? “¿cómo puedo mejorar las cosas?” O simplemente decir “déjame intentar explicarme de otra forma” o “empecemos de nuevo”.

4.   Ceden. Siempre es importante encontrar un punto medio, algo en lo cual podamos ceder. Pueden preguntarse, ¿no que estábamos hablando de conflictos perpetuos? Sí, pero incluso dentro de ellos podemos diferenciar un núcleo inflexible de otros puntos en que sí podemos ceder. Una terapia de pareja muchas veces ayuda a esclarecer esa diferencia y manejar el conflicto de mejor manera.

5.   Mantener el nivel de stress bajo. Cuando hay un nivel de excitación fisiológica muy alto, medido en ritmo cardíaco o bajo nivel de oxígeno en la sangre, se hace difícil pensar y comprender lo que la pareja está diciendo. Es por eso que las parejas deben aceptar detener el diálogo sobre un conflicto si uno de los dos lo pide, incluso para abrazarse y quedarse callados por un tiempo, o simplemente para darse una vuelta a la manzana.

Estos cinco factores son parte de un buen manejo de los conflictos. ¿Cuáles son negativos? Algo que mucha gente conoce, y que proviene de las mismas investigaciones de Gottman, son lo que él llama los cuatro jinetes del apocalipsis. Si aparecen en los conflictos, o en cualquier momento, debemos trabajar para eliminarlos: Criticar. Estar a la defensiva. Despreciar. Cerrarse.

Cuando conversamos sobre un problema con nuestra pareja, y explicamos que la causa está en ellos y, más aún, en características estables de ellos como su personalidad, pasamos a ‘criticar’. Por ejemplo, una mujer le puede decir a su marido que no lava los platos: “Eres un flojo.”

Esto llevará rápidamente al segundo jinete, ‘Estar a la defensiva’, ya que será la respuesta típica del marido. Por ejemplo, podría responder a esa crítica diciendo “Claro, soy un flojo que trabaja todo el día para pagar las cuentas.”

 

Detengámonos en estos dos primeros jinetes y veamos cómo podría una pareja entablar un diálogo sobre el mismo problema, pero de una manera positiva. Para evitar criticar al otro, es bueno partir de una forma amable y específica. Por ejemplo, la mujer puede hacer el esfuerzo de comenzar a hablar sobre el conflicto diciendo: “Tengo claro que trabajas todo el día y llegas cansado a la casa, pero me gustaría si pudieras hacer el esfuerzo de lavar los platos antes de acostarte.”

Sobre estar a la defensiva, lo mejor que puede hacerse para evitarlo es asumir parte de la responsabilidad de lo que la pareja dice. En este caso, el marido podría reconocer que efectivamente no lava los platos, antes de justificarse como antes. A fin de cuentas. No es algo que necesitará hacer, ya que la misma razón que hubiese dado sobre el trabajo ya fue reconocida por su mujer.

Manejar el conflicto de manera constructiva no sólo evita peleas, sino que también ayuda a comprenderse mutuamente y a crear intimidad al resolver dificultades juntos. Es una oportunidad para crecer como personas y como pareja, por lo que incluso si son perpetuos pueden no ser algo intrínsecamente negativo.

Pasemos al tercer jinete, el desprecio, el más letal para las parejas. Tan así que su presencia no es sólo el mejor predictor de divorcio, sino también afecta el sistema inmune, sobre todo en las mujeres víctimas de él. Para evitarlo, al entablar un diálogo sobre un problema debemos preocuparnos de describir nuestros sentimientos y nuestras necesidades, y no hablar de nuestra pareja. Es muy distinto decir “Estoy cansada en la noche y me ayudaría mucho si lavas los platos después de comer” que “No es mi culpa que hayas crecido en un chiquero.” Ambas se refieren a una realidad, los platos sucios, pero de maneras muy diferentes.

El último jinete es el cerrarse a tal nivel que en inglés lo llaman stonewalling, construir una muralla de piedra. Mientras la pareja habla, el otro se cruza de brazos o mira a otro lado, responde con monosílabos o gruñidos, y no entabla contacto visual. Esto es mucho más común en los hombres, y es muchas veces efecto de verse superados por la conversación, mostrando los signos fisiológicos que comentaba anteriormente: aumento del ritmo cardíaco y menos oxígeno disponible. Cuando se les pregunta qué estaban pensando en esos momentos, muchas veces confiesan que era una letanía similar a: no digas nada, cualquier cosa que digas va a empeorar las cosas, aguanta ya va a parar, etc.

Para este último punto es importante aprender a calmarse y calmar a la pareja, o permitir que la conversación se interrumpa por un tiempo. Muchas veces en mi consulta los hombres me comentan que intentaron irse a dar una vuelta o encerrarse en el baño un rato para calmarse, y sus mujeres decididas a solucionar el tema en el mismo momento no lo permiten, forzando un diálogo que ya no es tal sino una fuerte discusión en la que ambos están superados. 

En síntesis, todas las parejas tienen conflictos que no se resolverán, pero las parejas que seguirán juntas y felices lo hacen de manera amable, reparando y cediendo, mientras las que están en problemas y necesitan ayuda lo hacen a través de la crítica, estar a la defensiva, el desprecio y el cerrarse.

Si estás en una relación de pareja y aparece cualquiera de estos jinetes del apocalípsis, no dudes en pedir una hora conmigo para que los erradiquemos antes que sea tarde.

Siempre hay esperanza, siempre se puede aprender a ser mejor.

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